El equipo de punta consigue avanzar en esta campaña 500 metros más de los conocidos en la expedición del año pasado y descubre una galería aérea con 180 metros de longitud que continúa por un nuevo sifón
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Ángel Ayala
María Mena / BurgosUn equipo de espeleologos y espeleobuceadores llegados de Gran Bretaña, Holanda y de varios puntos del territorio español acaba de superar la marca de penetración que había en el Pozo Azul, conseguida por ellos mismos en septiembre del año pasado.
En esta nueva campaña, que ha tenido 15 días de duración, se ha llegado a los 9.685 metros de longitud, superando en algo más de 500 los 9.165 registrados el año pasado. A partir de ahora el desnivel del terreno hace que sea muy difícil el avance, pues los torpedos y los equipos de respiración son muy pesados para ser transportados por una superficie sin agua.
La punta de exploración dirigida por el británico Jason Mallinson, y formada por sus compatriotas John Volanthen, Rick Stanton y el holandés René Houben, ha estado tres días dentro de la cueva. «Entraron el sábado y salieron el lunes por la tarde», asegura Xesús F. Manteca, espeleólogo que forma parte de esta expedición. En ese tiempo, han hecho un hallazgo que ha cambiado por completo la fisionomía de la cueva. «Hemos encontrado una galería aérea de 180 metros de largo pero que vence más de 10 metros de desnivel por el que el río corre en cascada», explica Manteca. Después de esta nueva galería se ha podido ver que la cueva continúa por un nuevo sifón, el número 4.
Los datos numéricos que se manejan en este lugar no dejan duda de que el Pozo Azul en Covanera es una de las cuevas subacuáticas con mayor recorrido longitudinal de España. Para Manteca, el Pozo Azul es un referente internacional por sus características tan especiales, pues «cuenta con un solo conducto, sin ramificaciones», asegura.
De los casi 10 kilómetros de cueva hallados, solo 550 metros son cavidades aéreas. Una de ellas, con 90 metros de longitud y hallada el año pasado a una distancia de 6 kilómetros de la entrada, les sirve en esta ocasión de campamento base.
Este año, el equipo de apoyo de Mallinson ha estado formado por espeleólogos de Asturias, Madrid, Burgos, Cataluña y La Rioja, aficionados que sacrifican sus vacaciones por seguir averiguando un poco más de este famoso pozo burgalés.
La financiación sale de su bolsillo, no cuentan con ninguna ayuda ni subvención. «Entre nosotros tenemos una frase que repetimos a menudo: Si me muero, no dejéis que mi mujer venda mi material de buceo por el precio que le dije que me costó», se ríe Manteca.
Este proyecto se inicia en 2003, pero la historia empieza mucho más atrás. En el año 1964, espeleólogos de Burgos, con una inquietud por saber qué había más allá de lo que se ve, comienzan a bucear y hacen unas pequeñas exploraciones, todo lo que daba de sí el material que tenían en esos años. En los años 80, un grupo de Madrid explora el primer sifón y 780 metros del segundo. En el año 85, dejan las exploraciones y no se vuelve hasta hace 8 años, en 2003. El término de ese parón viene dado por un cambio en los materiales. «Aparecen nuevos sistemas de respiración y hacen que esas distancias que parecían tan grandes se vayan haciendo cada vez más cortas y más fáciles de superar», comenta Manteca.
Quién sabe si en una futura expedición Mallinson hallará el misterioso fin de la cueva.
La punta de exploración dirigida por el británico Jason Mallinson, y formada por sus compatriotas John Volanthen, Rick Stanton y el holandés René Houben, ha estado tres días dentro de la cueva. «Entraron el sábado y salieron el lunes por la tarde», asegura Xesús F. Manteca, espeleólogo que forma parte de esta expedición. En ese tiempo, han hecho un hallazgo que ha cambiado por completo la fisionomía de la cueva. «Hemos encontrado una galería aérea de 180 metros de largo pero que vence más de 10 metros de desnivel por el que el río corre en cascada», explica Manteca. Después de esta nueva galería se ha podido ver que la cueva continúa por un nuevo sifón, el número 4.
Los datos numéricos que se manejan en este lugar no dejan duda de que el Pozo Azul en Covanera es una de las cuevas subacuáticas con mayor recorrido longitudinal de España. Para Manteca, el Pozo Azul es un referente internacional por sus características tan especiales, pues «cuenta con un solo conducto, sin ramificaciones», asegura.
De los casi 10 kilómetros de cueva hallados, solo 550 metros son cavidades aéreas. Una de ellas, con 90 metros de longitud y hallada el año pasado a una distancia de 6 kilómetros de la entrada, les sirve en esta ocasión de campamento base.
Este año, el equipo de apoyo de Mallinson ha estado formado por espeleólogos de Asturias, Madrid, Burgos, Cataluña y La Rioja, aficionados que sacrifican sus vacaciones por seguir averiguando un poco más de este famoso pozo burgalés.
La financiación sale de su bolsillo, no cuentan con ninguna ayuda ni subvención. «Entre nosotros tenemos una frase que repetimos a menudo: Si me muero, no dejéis que mi mujer venda mi material de buceo por el precio que le dije que me costó», se ríe Manteca.
Este proyecto se inicia en 2003, pero la historia empieza mucho más atrás. En el año 1964, espeleólogos de Burgos, con una inquietud por saber qué había más allá de lo que se ve, comienzan a bucear y hacen unas pequeñas exploraciones, todo lo que daba de sí el material que tenían en esos años. En los años 80, un grupo de Madrid explora el primer sifón y 780 metros del segundo. En el año 85, dejan las exploraciones y no se vuelve hasta hace 8 años, en 2003. El término de ese parón viene dado por un cambio en los materiales. «Aparecen nuevos sistemas de respiración y hacen que esas distancias que parecían tan grandes se vayan haciendo cada vez más cortas y más fáciles de superar», comenta Manteca.
Quién sabe si en una futura expedición Mallinson hallará el misterioso fin de la cueva.
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