Artículo publicado en el Mundo sobre Joaquim Montoriol, espeleólogo y vulcanólogo. Realizó trabajos de topografía en las cuevas mallorquinas de Génova, Na Burguesa y Sa Taulada, además de otras exploraciones en Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera.
B@LEÓPOLIS | Espeleología
El 'guinness' de las grutas
Se inició en la espeleología pocos meses después de acabar la Guerra Civil. Cuando para ir de Barcelona al Pirineo necesitaba un salvoconducto. A la curiosidad y la aventura iniciales les siguió la vertiente científica,hasta que Joaquim Montoriol se convirtió en un maestro y pionero en aquella disciplina. Baleares fue uno de sus primeros destinos fuera de Cataluña. Pero también, su principal frente en el estudio de las cuevas en islas calcáreas.
Nació en Barcelona en 1924 y tenía sólo 14 años cuando comenzó su atracción por las grutas. Sota el massís del Garraf, una obra de Rafael Amat, consiguió despertar su interés por las cuevas. Las primeras excursiones tardaron poco en llegar. Acababan los años 30 y la posguerra marcó, incluso, los inicios de Montoriol en la espeleología. No sólo porque la situación obligara a usar un salvoconducto para salir de Barcelona sino, también, por la falta de medios. Después de conseguir un grupo de amigos que le secundara en aquel empeño de los abismos, comprobó que no tenían dinero para comprar las escalerillas para usar en el descenso. Así que decidieron construir una, que probaron sobre la fachada de un edificio, de madrugada y en pleno Eixample de la Ciudad Condal. Cuando pisaron el suelo la policía les esperaba pistola en mano. Más que espeleólogos tenían toda la pinta de ser ladrones.
Las primeras expediciones, como no podía ser de otra manera, fueron al Garraf. Pero pronto llegó el salto fuera de Cataluña, con Huesca y Baleares en primer lugar. Montoriol llegó por primera vez a Mallorca en 1946, dos años antes de fundar –con Francesc Vicens, Ferran Termes y Josep M. Thomàs– el Grupo de Exploraciones Subterráneas (GES) dentro del Club Montañero Barcelonés, una de las asociaciones pioneras en este campo en toda España.
A partir de entonces, los hitos espeleológicos del catalán no harían más que ampliarse hasta erigirse en una suerte de guinness . En los 50, y junto a otros expertos granadinos, se adentró en la Cueva del Agua en la sierra de Arana. «En aquellos momentos fue la exploración más profunda de la Península», relataría años después en una entrevista. En 1962 –y ya centrado en la vulcanoespeleología– le tocaría el turno a la Cueva de los Verdes en Lanzarote, donde se batió el récord mundial de longitud y desnivel.
Su currículum científico dejó más de un centenar de estudios, muchos de los cuales se publicaron en Speleon, la primera revista de espeleología en España. Trabajos que le convirtieron en uno de los padres de la ciencia en Cataluña y que sirvieron como apuntes pioneros para el análisis de aspectos como la clasificación de las cuevas volcánicas.
Su desembarco en Baleares se centró en las décadas de los 50 y 60, cuando tomó el relevo de otros célebres estudiosos como Noel Llopis o Francesc Español. Como aseguraba el artículo biográfico que la revista Endins le dedicó en 2011, sus exploraciones en el archipiélago «supusieron una revolución dentro del escaso conocimiento que se tenía entonces de las cuevas isleñas».
De la mano del grupo GES realizó unas 9 campañas en las Islas. Visitó Mallorca –donde analizó, entre otras, las cuevas de Génova, las de na Burguesa o la de Sa Teulada en Santa Margarita–, Menorca, Ibiza, Formentera e incluso Cabrera. Una serie de expediciones que fructificaron en un conjunto de topografías y publicaciones sobre el tema. Su interés innovador tomó el archipiélago como inicio de sus estudios sobre cuevas en islas calcáreas. También sirvió como laboratorio para sus análisis sobre la relación entre el karst del litoral y los cambios de nivel en el Mediterráneo. Aspectos a los que sumó otros como la climatología subterránea.
Pese a la importancia de su figura, estos últimos estudios tuvieron poca proyección en el ámbito español e internacional. Era una de las consecuencias del cierto aislamiento que la espeleología física vivía en aquel momento. Los trabajos baleares de Montoriol llenaron el vacío que precedió al debut de los primeros espeleólogos de las Islas. Sin embargo,su interés por los volcanes marcó su alejamiento de los estudios del Mediterráneo. Su estreno en Canarias fue el inicio de una novedosa faceta que desarrolló en Islandia, Rwanda o las Islas Galápago.
Aquel aventurero de postguerra que descendía las fachadas del Eixample acabó por ser catedrático de Geología y Cristalografía de la Universidad Autónoma de Barcelona, además de ostentar otros cargos como el de vicepresidente de la Comisión Nacional de Exploraciones Subterráneas.
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